Los libros son ventanas que no abro todas
las veces que quisiera, que necesito.
Mi vida está lejos de la
rutina y las interrupciones de distintos tipos son constantes. Es, en todo
caso, una rutina no rutinaria. A los libros les debo algo de la sensación de
continuidad. A ellos vuelvo después de cada viaje en medio de ella, antes. En
el viaje, en el hotel, esperando una cita, preparando una junta, esperando una
entrevista, haciendo un cambio de avión en algún aeropuerto lejano. A ellos les
debo, igual que a la música, comprender un poco más de lo que soy yo, de lo que
somos como seres humanos, conocer otros mundos. No hay, para mí, mayor consuelo
que la música y los libros.
Confieso que no tengo la
capacidad para tener un banco de datos de todo lo que he leído: fecha, fichas,
nombres listos para ser citados, recordados, comentados. Envidio a los
escritores y lectores profesionales que nos asombran con su memoria
privilegiada; que reseñan y analizan un libro, hacen analogías con otros, con
otros autores, con escuelas. Yo los tengo para mí. Sé que todo lo que he leído
ha quedado en mí, en mi forma de ver y sentir. También en mi yo. Especialmente
en mi yo
¿Cómo escojo los libros?
Yo diría que me escogen los libros me eligen. A veces sigo a un autor que
conocí por casualidad y que me dijo cosas. A veces compro un libro por la
recomendación de alguna persona amiga en cuyo criterio confío. A veces me
apasiona un tema y voy tras él. Leo, por saber de mí, a los novelistas
mexicanos y a los latinoamericanos, a los clásicos universales, a algunos
nuevos autores. Biografías de personajes que me intrigan.
Es curioso: no leo
best-sellers. Aunque no es tan curioso: soy parte de la generación
contestataria de los setenta. Cuando me regalaron El Código Da Vinci estuvo
meses y meses guardado. Cuando lo leí provocó en mí el interés de conocer a Leonardo
da Vinci. Él me está resultando muchísimo más apasionante que el libro que me
llevó a él. De pronto, Leonardo ya no es sólo un personaje lejano, un nombre de
otra época, alguien que uno "debe" conocer. Leonardo se ha vuelto
para mí un ser querido y cercano. Es lo que yo alguna vez he soñado ser: una
infatigable curiosidad de ver, comprender, transformar.
Casi nunca me deshago de
mis libros. Sólo me separo de aquellos que le "heredo" a mis amigos.
Casi siempre quedan en mis libreros, silenciosos testigos de mis horas, de mis
días, de mis años.
Casi siempre los releo,
algunos me duelen más que otros. Pero siempre están allí, dispuestos a un nuevo
diálogo. Entre el silencio de mis libros y el sonido de mis discos hay una
larga calle por la que transita mi asombro por la vida. Mi gratitud por vivir.