(Aproximación histórica a la importancia de los judeoconversos establecidos en Canarias
en el reasentamiento de la Comunidad judía en Inglaterra.)
La existencia de judíos (1) en las Islas Canarias es, en principio, posible. No obstante, los datos que tenemos al respecto son escasos. De forma cronológica, la primera mención al respecto se sitúa en torno a 1.470 cuando se advierte la presencia de un judío portugués enrolado en un buque que estaba efectuando su aprovisionamiento en el puerto de la isla de Fuerteventura. No hay constancia documental que pueda explicar el porqué se detuvo a este “judío de nación” 22 años antes de que se produjera la expulsión masiva de Sefarad.
Lo que sí es innegable es que varios de los conquistadores de las diferentes islas que conforman el archipiélago eran de origen converso, como es el caso de Pedro de Vera, quien estuvo a la cabeza de las tropas que conquistaron la isla de Tenerife. Incluso, hay historiadores que van más allá en el sentido de recomendar un estudio más detallado relacionado con la influencia de la minoría judeoconversa en la ocupación de la isla. En este sentido, es interesante reseñar que la isla se conquistó entre 1.494/96, años durísimos en lo que respecta a represión inquisitorial, lo que hacía muy previsible, por la lejanía de las islas y la no presencia -aún- del Santo Oficio, la afluencia más o menos masiva de judeoconversos.
Volviendo de nuevo a la cronología, el primer converso del que se tiene constancia escrita en las islas es, paradójicamente, fray Francisco de Moya, obispo del Rubicón entre 1.436 y 1.441, año en que fue cesado en su cargo por Eugenio IV debido a una más que desordenada e irregular existencia. Además, se le imputaba, entre otras sustanciosas acusaciones, el ser converso de judío y estar circuncidado.
La población judeoconversa repartida de forma desigual por las diferentes islas era mayoritariamente andaluza y no solamente por cercanía geográfica sino porque era desde esa región situada en el sur de España desde donde se efectuaba la mayor parte del comercio marítimo -no había de otro tipo- con las islas. Si tenemos en cuenta que el porcentaje de conversos de judío en Andalucía se aproximaba al 8% del total de la población, es fácil adivinar que la presencia y tránsito de judeoconversos por el archipiélago era, cuando menos, frecuente.
Para hablar de Antonio Fernández Carvajal, pieza clave de esta aproximación histórica, debo referirme, necesariamente, a la minoría judeoconversa portuguesa asentada en las islas y a Portugal.
Puestos a hacer comparaciones con la española, la Inquisición portuguesa fue tardíamente creada en 1.537. Sin embargo, no funcionaría a pleno rendimiento hasta 1.547.
El excesivo rigor manifestado por el Santo Oficio portugués fue el principal motivo para que muchos marranos decidieran huir a países del Norte europeo y de la zona del Mediterráneo. De la misma forma, aprovechando la anexión de Portugal a la Corona española, un número considerable de ellos intentará establecerse en recónditos y remotos lugares de la macrogeografía española, siempre lo más lejos posible de la metrópoli, donde su seguridad personal y familiar estuviera mínimamente resguardada. Este es el muy particular caso de Canarias.
La presencia de cristianos nuevos portugueses en el Archipiélago Canario está documentada desde principios del siglo XVI, pero es a partir de principios del XVII, aprovechando los permisos legales concedidos por la Corona, cuando su número y posibilidades económicas aumentan considerablemente, haciéndose patente su presencia en la administración de las rentas reales y, de forma especial, en el rol comercial jugado por las islas en su comercio marítimo internacional.
Los conversos de judío de ascendencia portuguesa asentados en las islas jugaron un papel primordial de intermediario en el tráfico de navíos portugueses -y españoles en menor medida- que se aprovisionaban del altamente estimado vino de las islas para cambiarlo por esclavos en sus colonias portuguesas. No fue, sin embargo, solamente ésta su actividad comercial exclusiva ya que su red de negocios, basada en sus relaciones económicas con paisanos establecidos en la Península, Francia, Inglaterra, Holanda y Hamburgo, les proporcionaban pingües beneficios y la posibilidad de amasar considerables fortunas que les asegurarán una vía de escape en caso de un posible endurecimiento de la política inquisitorial y gubernamental hacia los de su grupo.
Es muy difícil -por no decir imposible- poder indicar, actualmente, el porcentaje total de judeoconversos o de sus descendientes en las islas. Lo que sí es innegable es que su presencia fue notable y seguramente superior al de otras minorías radicadas en el Archipiélago.
Parte I, p.2
Retrato inacabado.-
Poco sabemos a ciencia cierta acerca del mil veces escurridizo Antonio Fernández Carvajal. No existe ningún retrato que pueda mínimamente indicarnos cómo era su aspecto físico. Sólo Lucien Wolf (2), el cronista oficial del judaísmo británico, se aventura a decir de él que "era de buen porte y barba completa; que vestía con sedas; que solía ir a caballo y que era bastante diestro en el manejo de la espada". Bastante romántico, diría yo.
La reseña histórica -mucho más creíble y basada en fuentes documentales- nos indica que había nacido en Fundao (3), norteño núcleo rural situado en plena Beira portuguesa y tierra de tradición judeoconversa. Nada sabemos sobre qué le impulsó a trasladarse a Canarias, aunque es muy posible que coincidiera con un rebrote de rigor inquisitorial y que, personalmente, se viera en peligro. Pudiera ser. Otro motivo sería el boyante comercio que se realizaba, como ya he comentado anteriormente, entre las islas y el resto del mundo conocido. La hipótesis también tiene base.
Por las pesquisas inquisitoriales ordenadas en relación a la elaboración de un censo de mercaderes portugueses de ascendencia judeoconversa, sabemos que residía en Santa Cruz de Tenerife y que había adquirido muchas propiedades en dicha isla. También, que era muy activo en el comercio marítimo con el norte de Europa (Amsterdam y Hamburgo). Las especiales relaciones de amistad y camaradería que mantenía con importantes comerciantes judeoconversos fue, posiblemente, lo que le facilito la entrada en el selecto club de marranos que manejaban de forma magistral el comercio de las islas con el exterior. La fortuna amasada por Antonio Fernández Carvajal durante su etapa en las Islas Canarias fue cuantiosa.
Si no sabemos con precisión porqué vino a Canarias, tampoco sabemos los motivos que tuvo para marcharse. Si tenemos que hacer caso de la cronología, en la fecha en que partió, Canarias no era ya aquel remanso de paz y seguridad que todo marrano ansiaba. El Santo Oficio en las islas se había despertado de su largo letargo y empezaba a hacer averiguaciones poco cómodas y muy comprometidas para una laboriosa minoría que hasta ese momento sólo se había preocupado de medrar económicamente y mantenerse lo más alejada posible del poder de la Inquisición y, por ende, de la Iglesia.
Fernández Carvajal residió en Santa Cruz de Tenerife hasta la década de 1.630. Conservando aún una gran parte de su fortuna personal en las islas, se traslada a Rouen (Francia) donde pasa aproximadamente unos cuatro años hasta que al ser denunciada a la autoridad real la pequeña comunidad marrana en la que se había integrado, se ve obligado a huir a Londres.
A partir de su llegada a Londres, aproximadamente en 1.635, la siempre complicada y dual vida de Antonio Fernández Carvajal toma diferentes derroteros. Aunque para continuar sobreviviendo en un medio totalmente hostil tendrá que seguir aparentando lo que no es y no siente, ya no volverá a huir.
Parte I, p.3
El ansiado final de un trayecto.- (Reasentamiento.)
A su llegada a Londres, Antonio Fernández Carvajal continuó viviendo como católico practicante asistiendo de forma regular a la capilla del Embajador español donde escuchaba misa. Era necesario no despertar sospechas sobre su verdadera identidad. Al mismo tiempo, ayudado de la pequeña y aún ilegal comunidad judeoconversa establecida en esa ciudad, ponía nuevamente en pie sus negocios y relaciones con Canarias y la Península. No le costó demasiado tiempo levantar de nuevo su imperio. Pronto se le conocería en la ciudad con el apelativo de "el Gran Judío" ya que poseía su propia flota de navíos que comerciaban tanto con las Indias como con Levante. También, era importador de pólvora y de vinos de Canarias -lucrativo negocio éste último- que le permitiría seguir en contacto directo con el Archipiélago y con sus paisanos. Al mismo tiempo, sirvió como agente de Jorge de Paz, Barón de Silveira y residente en Madrid, quien era primer proveedor de fondos para el ejército español que combatía en Flandes. Tal era su valía como comerciante internacional que cuando en 1.650 y de forma informal comenzaron las hostilidades entre Inglaterra y España, el Consejo de Estado inglés dictó orden expresa para que todas sus propiedades quedaran exentas de ser embargadas -como súbdito español que era-, dándosele posteriores facilidades para que continuara con sus operaciones comerciales.
Más estabilizada su situación personal y la del pequeño núcleo marrano al que se había adherido, decide casarse con María (Esther) Rodríguez Nunes, portuguesa y judeoconversa como él, con la que procrea dos hijos: George Fernández Carvajal (Ishac), nacido en 1.640 y Joseph Ferdinando Carvajal (Jacob) nacido en 1.642.
Contando con el apoyo explícito de su amigo personal, el Lord Protector Oliver Cromwell, renuncia en 1.654 a sus obligaciones y compromisos con España, obteniendo, junto con sus hijos, la nacionalidad inglesa (4).
Continuará...
(Notas)
1.- Nótese que me refiero a judíos reconocidos y autodefinidos como tales y no a judeoconversos, criptojudíos o marranos.
2.- Lucien Wolf, es un historiador un tanto "sui generis" y que deja mucho que desear como tal. Sus crónicas sobre judeoconversos y Canarias están plagadas de errores por lo que hay que ser sumamente cuidadoso al citarle como fuente digna de crédito.
3.- Nuevamente, si tuviéramos que hacer caso de lo que dice el ya nombrado Lucien Wolf, caeríamos en el error ya que éste afirma que Antonio Fernández Carvajal había nacido en Santa Cruz de Tenerife, una de las siete Islas Canarias.
4.- En este sentido, se puede considerar a Antonio Fernández Carvajal como el primer judío al que se concedió tal derecho en Inglaterra en el período histórico conocido como "El Reasentamiento".
Parte II, p.1
Antonio Fernández Carvajal- Comerciante
Por: José Brito (Tenerife, España)
-Parte Última-
(Aproximación histórica a la importancia de los judeoconversos establecidos en Canarias
en el reasentamiento de la Comunidad judía en Inglaterra.)
El devenir de la exigua comunidad de marranos londinenses continuó sin especiales sobresaltos hasta que en 1.655 estalló de forma abierta la guerra entre Inglaterra y España. Como primera medida, el gobierno inglés decretó la inmediata confiscación de los bienes de los súbditos españoles asentados dentro de sus fronteras. Las repercusiones que esta medida tendría sobre los judeoconversos es fácil de imaginar ya que la mayoría de ellos eran o bien españoles de nacimiento o habían nacido en Portugal cuando este país estaba bajo soberanía española. De cualquier manera, todos habían huido de España tratando de soslayar el largo, antipático y a veces mortal brazo -y abrazo- de la inquisición, y, lo peor del caso, es que ninguno de ellos tenía la más mínima intención de regresar. (Es interesante recordar al respeto, que Antonio Fernández Carvajal ya había obtenido, para sí y sus hijos, la nacionalidad inglesa, lo que le ponía personalmente a buen resguardo de posibles incautaciones y confiscaciones de bienes).
Otro miembro adinerado e influyente de la comunidad marrana londinense era Antonio Rodríguez Robles, también portugués, exactamente de Fundao, quien, al igual que Antonio, había vivido en Canarias aproximadamente desde 1.643 a 1.650. Debido a la influencia de un tío suyo, Duarte Enríquez, arrendador de las rentas reales de Canarias, se había desempañado como almojarife(5) del Puerto de la Cruz y de Santa Cruz. Si de Antonio Fernández Carvajal no tenemos descripción alguna acerca de su aspecto físico, de Antonio Rodríguez Robles sabemos, entre otros detalles, que tenía su cara marcada por una cuchillada.
Sin quererlo, Antonio Rodríguez Robles fue el detonante que posibilitó el reconocimiento "de hecho" de la comunidad marrana hispano-portuguesa de Londres.
Parte II, p.2
En la historia concurren un inusitado cúmulo de envidias,
celos y mala voluntad.
Debido a la orden de embargo dictada por el gobierno inglés, Felipe del Hoyo, católico canario residente en Londres y al servicio de un escribano inglés, informa y denuncia al Consejo de Estado que determinados barcos atracados en el Támesis pertenecen a Antonio Rodríguez Robles y no a un criado holandés de éste, a nombre de quien aparecían. El Consejo se da por enterado y, previas averiguaciones para conocer la verdad, determina la confiscación y apresamiento inmediato de los bienes(6) de Rodríguez Robles, bajo la acusación de ser súbdito español.
No debería de ser muy difícil comprender la consternación y el sentimiento de inseguridad que se apoderó del resto de los marranos al conocer la sentencia sobre los bienes de Rodríguez Robles ¿Cuál de ellos sería el próximo? Incluso aquellos que estaban satisfechos con su actual aunque equívoco status consideraron que el último y a la vez más efectivo recurso que les quedaba era presentarse ante Cromwell -su protector- y declararse abiertamente judíos. El 24 de marzo de 1.656, justo a los diez días de que la justicia inglesa hubiera actuado contra Rodríguez Robles, se presentó una petición al Lord Protector que estaba avalada por seis de los más representativos miembros(7) de la aún ilegal comunidad Hispano-Portuguesa. En el escrito se le solicitaba permiso para poderse reunir en sus casas al objeto de practicar sus ritos mosaicos sin temor a ser molestados, así como la posibilidad de tener su propio cementerio.
Tras un arduo y laborioso debate con las diferentes instituciones legales inglesas que tenían algo que decir en relación al asunto, no se consiguió "de derecho" un status legal para la comunidad judeoconversa. Sin embargo Cromwell, amparándose en el dictamen emitido por el Consejo de Estado en el sentido de que "no había ninguna ley que prohibiera la readmisión de los judíos" , manifestó personalmente a los firmantes de la solicitud su conformidad al establecimiento de la minoría judía.
La reacción por parte del núcleo hispano-portugués no se hizo de esperar, a fines de 1.656 alquilan una casa en Creechurch Lane dedicada al culto sinagogal. Dos meses más tarde rentarán un terreno que les servirá como cementerio(8).
En lo que respecta a Antonio Rodríguez Robles, una vez más la suerte estuvo de su parte. El mismo día en que sus compañeros de fatiga presentaban su petición a Cromwell, él envía otro escrito solicitando la restitución de sus propiedades en base a que no era -ni se sentía- español sino un portugués de la "nación judía".
Posteriormente y abundando en su relato, manifestaba que pasó a España con su familia huyendo de la Inquisición portuguesa, pero que en España esta institución quemó a su padre y detuvo y torturó a su madre y otros familiares. Por esa razón había huido a Canarias y una vez allí cambió su nombre(9). Finalizaba diciendo que al sentirse vigilado en Santa Cruz por el Santo Oficio se había escapado a Londres esperando encontrar, al fin, paz y seguridad. Su lastimero alegato tuvo el éxito esperado y el 16 de mayo de 1.656 el Consejo de Estado ordenaba sobreseer los cargos en su contra y la restitución inmediata de su patrimonio. Como católico español su posición podría ser cuestionada. Como refugiado judío estaba a salvo.
Contando con el beneplácito personal de Cromwell, la pequeña comunidad hispano-portuguesa siguió adelante libremente y ya sin ataduras que condicionaran su crecimiento físico (pronto se le unirían más correligionarios procedentes de Amsterdam o venidos directamente desde España o Portugal), y económico. El que fueren aceptados legalmente como cualquier otro colectivo establecido en Inglaterra era sólo cuestión de tiempo y de esperar el momento idóneo para ello. Lo más difícil ya estaba conseguido.
Es interesante mencionar que, aunque ya no residían en Canarias, sus actividades religiosas eran bien conocidas por el Santo Oficio de las islas a través de informadores o corresponsales, muchos de los cuales pertenecían a las familias de más rancio abolengo de la sociedad isleña. En relación a Antonio Fernández Carvajal. El Tribunal Inquisitorial establecido en Tenerife obtiene la primera testificación en su contra en 1.656 -al poco de identificarse públicamente como judío- . En la misma, Joan Rodríguez de Rivero, testigo de la acusación, indica que éste le manifestó personalmente:
"que tras cincuenta años de ceguera en la religión católica, había descubierto, por fin, la verdadera fe en la judía".
Esta testificación y otras de menor relieve, aunque igual de sustanciosas y malintencionadas, llevaron al procesamiento in absentia de Antonio, "portugués y vecino de Londres por observancia de la lei de Mosén".
No obstante, sabemos que su proceso fue suspendido muy probablemente porque ya no tenía bienes en las islas. Poco a poco y de forma subrepticia, había vendido lo vendible y sacado, en barcos de su propiedad debidamente camuflados, todo aquello susceptible de ser transferido.
Antonio Fernández Carvajal murió en noviembre de 1.659 después de sufrir una litotomía(10) que, lamentablemente, no tuvo buen final. En el momento del funeral en la sinagoga de la cual fue destacado fundador, la campana mayor de la iglesia de St Katherine redobló a difuntos en señal de respeto, tolerancia y buena vecindad hacia la pequeña comunidad judeoconversa. Toda una lección de convivencia y saber estar. Cuatro siglos más tarde seguimos sin haber aprendido nada en este sentido.
Parte II, p.3
Bibliografía.-
(Sólo mencionare los libros y artículos más importantes).
=Judeoconversos e Inquisición en las Islas Canarias. Luis A. Anaya Hdez. (Edic. 1.996).
=Los judíos de España. Henry Méchoulan.
(Edic. 1.992).
=Jews in the History of England. David S. Katz. (Edic. 2.001).
=Essays and Portraits in Anglo Jewish History. Cecil Roth.
(Edic. 1.962).
=History of the Jews in England. Cecil Roth. (2ª Edic. 1.949).
=The Potuguese Jewish Community in London. Samuel E.S. (Edic. 1.992).
=The First English Jew. Lucien Wolf.
(Volumen muy antiguo sin especificar año de publicación ni número de edición).
=Les marrones á Rouen. Cecil Roth. Revue Des Études Juives.
=El converso Duarte Enriquez, arrendador de las rentas reales de Canarias. Luis A. Anaya Hdez. Anuario de Estudios Atlánticos.
(Notas)
(5) Recolector del impuesto especial que en la Corona de Castilla gravaba el tráfico comercial exterior. Almojarifazgo.- Impuesto que debía pagarse por las mercaderías procedentes y destinadas a Las Indias.
(6) De acuerdo a la denuncia efectuada, las propiedades incautadas a Rodríguez Robles consistían en un barco cargado con 120 pipas de vino canario; otro con tejidos para las Islas Canarias y más de 40.000 ducados depositados en su caja fuerte. Un buen y sustancioso botín.
(7) Esta vez, los firmantes expusieron públicamente su identidad judía. De entre los firmantes se destacaban, encabezando la lista, Antonio Fernández Carvajal, quien ahora era Abraham Israel Carvajal; Manoel Díaz Dormido, ahora David Abrabanel; Duarte Enríquez, ahora Abraham Cohen Gonzales, y Domingo Vaez de Brito, ahora Abraham Israel de Brito.
(8) Se trata del "Velho" cementerio localizado en Mile End, Londres, y donde están enterrados Antonio Fernández Carvajal, su esposa y dos hijos. Para aquellos no familiarizados con la lengua lusa, la expresión " Velo" significa viejo en portugués.
(9) Era común entre los judeoconversos que judaizaban el cambiar continuamente de nombre y de apellidos. De esta forma obstaculizaban la labor de la Inquisición en el momento de realizar pesquisas sobre ellos mismos o de sus familiares. Referente al alegato de Rodríguez Robles, aunque no hay pruebas fehacientes que avalen su relato, especialmente en lo que se refiere a sus problemas con el Santo Oficio en Canarias, podría ser que, en principio, estuviera diciendo la verdad.
(10) Por lo que parece, se intentaba extraerle unos cálculos situados en la vejiga urinaria, operación, como se comprenderá, muy delicada de efectuar en la época de que hablamos.